Camila continuó:
—Quizá ustedes lo tienen amenazado… quizá lo obligaron a incriminarme.
Qué risa me dio eso. Camila tenía un talento increíble para mentir y tergiversar todo.
Alan, cansado y con las manos en la cintura, le preguntó a la multitud:
—Díganme ustedes: ¿creen que la forma en que Bruno la miró hace un momento, con ese odio tan profundo, incluso queriendo lanzarse sobre ella, fue porque lo estamos amenazando?
—Claro que no —dijo un invitado.
Enseguida los demás empezaron a hablar también:
—Con solo ver los ojos de Bruno, uno entiende que detesta a Camila.
—Exacto, y además, estamos en un lugar público. Hay prensa, hay policías. Si de verdad estuviera amenazado, ¿no trataría de avisarnos de alguna manera?
—Eso mismo. Y miren, Bruno ya empezó a escribir. Se ve claramente en el proyector: dice que no ha sido amenazado por nadie.
Levanté la vista hacia la pared; las letras aparecieron sobre el fondo blanco, nítidas. Bruno declaraba que no había recibido ninguna amenaza.
A continu