Por instinto, miré hacia arriba y descubrí que Mateo estaba observando fijamente a los que habían comenzado el alboroto.
Como él parecía a punto de explotar, le apreté la mano.
Mateo se sorprendió y bajó la vista hacia mí. Yo le sonreí, como diciéndole que no pasaba nada, ya que después de todo lo que habíamos vivido, ¿qué eran unas cuantas acusaciones más? Y pensar que Camila estaba a punto de recibir su castigo… eso me alegraba demasiado.
Pero justo en ese momento, Waylon me lanzó una mirada burlona. De inmediato dejé de sonreír.
“Hijo de puta”, le dije en mi mente.
Tal como había dicho Mateo, Waylon estaba celoso de que tuviera una esposa y unos hijos que lo amaban, mientras que él no tenía nada.
Lo ignoré y volteé a ver a Camila, pero sin querer me encontré con los ojos oscuros de Javier. Por un instante, sentí algo que no sé cómo describir. ¿Acaso sonreírle a Mateo era un crimen imperdonable? ¿Por qué todos me miraban así?
Mientras tanto, como los alborotadores la defendían, ese