Por dentro me sentí aliviada, aunque por fuera me mantuve inexpresiva. Antes había dicho todo aquello a propósito, solo para provocarla y hacer que bebiera de ahí. Si Miles de verdad había logrado intercambiar nuestras bebidas, entonces la que Camila acababa de tomar era la que tenía la droga. Aun así, Miles no era de mi propio equipo, así que no podía confiar al cien por ciento en él, por eso la copa frente a mí seguía intacta.
Como no me moví, Camila se rio un poco, molesta.
—¿Qué pasa? ¿Ni así confías?
Crucé los brazos y sonreí.
—Exacto, ni así confío. Así que gracias por tu "amabilidad", pero no tengo sed ni hambre. Mejor disfruta sola, más para ti.
Cuando me escuchó, Camila no pareció ni un poco nerviosa; al contrario, se le salió toda la maldad.
—¿De verdad crees que, solo porque no tienes sed, puedes librarte de beber esa copa? —me miró con una sonrisa escalofriante—. ¿Y si yo quiero obligarte a beberla?
Apenas terminó de hablar dejó de fingir y gritó hacia la puerta:
—¡Entren t