Con una sonrisa indiferente, yo dije:
—¿Por qué me miras a mí? Da igual si los dejas entrar o no, a mí no me importa.
Camila me miró de reojo y enseguida le dijo a Javier:
—Javier, mira, Aurora ya está molesta. Todo es culpa tuya. El señor Dupuis vino porque ella lo invitó y tú aun así no lo dejas pasar. Eso es hacerla quedar mal. Si fuera yo, tampoco estaría contenta.
Yo más o menos ya entendía por qué Camila quería tanto que Waylon y Henry entraran. Porque ella pensaba que yo estaba a punto de caer en la trampa que había preparado con tanto esmero, y también quería que ellos dos vieran cómo me destrozaban esos tres hombres asquerosos.
En resumen: mientras más gente presenciara mi humillación, especialmente personas con el estatus de Waylon y Henry, más feliz iba a estar ella.
Javier me miró intensamente y, después de eso, le dijo a Waylon:
—Está bien, pasen.
Waylon, con el cigarrillo entre los labios, se rio un poco:
—Por el tono de Javier, parece obligado. Sinceramente, si no fuera