Carlos pareció creer que hablaba muy en serio. Dejó de reírse y me miró, preocupado:
—¿Qué tipo de sueño fue?
—Soñé que Camila estaba muerta.
Carlos cambió de inmediato su expresión.
—Aurora, ¿cómo puedes soñar eso? —se veía molesto.
—No lo sé; eso fue lo que soñé anoche. Ella moría de una manera horrible, con todo el cuerpo cubierto de sangre...
—¡Basta, basta!
Carlos me interrumpió rápido. No sabía si era por mis palabras o por qué, pero se puso un poco pálido.
Con una expresión seria, dijo:
—Sé que todavía sientes rencor hacia Camila, pero... ¿podrías, al menos por mí y por Javier, no pensar en esas cosas?
Al escuchar esto, con los ojos llenos de lágrimas, le dije:
—También me preocupo. Tengo miedo de que le pase algo malo, de que te lastime. Por eso te conté el sueño, para ver si podemos tomar precauciones. ¿Pero tú... crees que lo digo porque quiero que le pase algo? ¿Tú...?
Me reí con amargura y las lágrimas se me salieron de inmediato.
Carlos se desesperó y dijo rápido:
—No, A