—Está bien, claro —le respondí.
De todos modos, cuando llegara el día de la boda, todo lo que él dijera iba a dejar de tener valor; lo importante por ahora era mantenerlo tranquilo.
—Mateo seguramente también va a ir —dijo de pronto.
Mi respiración se detuvo y lo miré, aturdida.
—Ese día es el banquete de bodas de oro del gran magnate de Ruitalia y su esposa.
Cualquiera con un poco de reconocimiento en el mundo empresarial va a asistir. Mateo, por supuesto, también.
Me obligué a recomponerme y respondí:
—No pasa nada. Me voy a quedar a tu lado todo el tiempo y voy a mantener la distancia con él.
—Bueno —dijo Javier, y me revolvió el cabello con una sonrisa—. Entra.
—¿Tú no vas a entrar? —pregunté, tanteando el terreno.
—No. Aún no eres completamente mía y, antes de la boda, mientras más tiempo pase contigo, más inseguro me siento. Me conozco. Si sigo así, voy a terminar desconfiando de ti. Estos días es mejor mantener un poco de distancia. Cuando pase la boda y seas totalmente mía, vam