En cuanto su teléfono sonó, Bruno me miró enseguida.
Sonreí un poco, indiferente.
—¿Qué me miras? Si quieres contestar, contesta. Si te llama justo ahora, es muy probable que quiera citarte cara a cara.
Bruno fijó la mirada en el teléfono, que seguía vibrando sin parar. Su expresión cambiaba una y otra vez: dolor, conflicto, rabia y un rastro de miedo.
Lo observé con calma. Por dentro no sentí ninguna sorpresa, todo era demasiado obvio.
—Mejor no contestes —le advertí en voz baja—. Pero desde ahora tienes que evitar verla y protegerte. Ayer le llamaste; seguro sospecha de ti. Y si encima la evitas, va a estar aún más inquieta. Le tiene miedo a que entregues las pruebas de sus crímenes. Para evitar que salgan a la luz, va a hacer todo lo posible por matarte.
Bruno apretó el puño con tanta fuerza que le empezó a temblar.
Aun así, después de dudar mucho, terminó contestando.
Camila pareció preguntarle por qué había tardado tanto en responder.
Él sonrió con calma.
—Perdón… —dijo—. Estaba o