—Hoy, en serio, ustedes dos me han tenido al borde de un infarto. Pero te advierto, Aurora: ya que decidiste dejar a Mateo para casarte con Javier, no importa cómo te vaya después, ni si todavía lo quieres o no, nunca vas a poder volver a molestarlo. Estoy tan furioso que voy a presentarle a una mujer mucho mejor que tú. Quiero que te olvide por completo, tú, mujer sin corazón —gritó Alan, todavía fuera de sí.
Me reí entre lágrimas y le respondí:
—Entonces, debiste presentársela antes, cuando yo todavía estaba casada con él. Así, nada de esto habría pasado.
—¿Tú crees que no lo intenté? —refunfuñó.
—Le presenté a una mujer bonita, dulce, perfecta… ¿y sabes qué hizo? Ni la miró. Sus ojos solo te buscaban a ti, esa mujer cruel que lo destrozó. ¡Te juro que me saca de quicio! El peor error de su vida fue haberte conocido. No le diste más que dolor. Solo eso.
Me quedé callada, mientras Alan seguía descargando su enojo. Pasó un rato y, de repente, escuché una voz familiar por el teléfono. E