Después de pensarlo un momento, volteé hacia Camila y le dije, con una sonrisa:
—Camila, mira, mi hermano te compró tantas cosas lujosas, ¿por qué no subes algo a tus redes para presumir un poco?
Camila se quedó pasmada y, luego, se rio de la sorpresa:
—Eso… ¿qué hay que presumir de esto?
—No digas eso. Si no recuerdo mal, antes te fascinaba mostrar lo que te regalaban —bromeé, con una sonrisa tranquila—. ¿Recuerdas? No importaba lo que Mateo te comprara, tú lo publicabas enseguida. ¿Cómo es que ahora, con mi hermano, ya no te interesa? ¿O será que lo que él te da no te parece suficiente? Pero no tiene sentido, ¿no? Ese collar de diamantes que llevas es de edición limitada y carísimo.
Apenas terminé, Carlos miró a Camila con tristeza y frustración.
—Lo que dice Aurora tiene algo de razón. Desde que estás conmigo ya no publicas nada. ¿Te doy vergüenza?
Camila se molestó; me lanzó una mirada irritada y, luego, sonrió, fingiendo calma hacia Carlos:
—¿Cómo crees? Es solo que, cuando estoy