Ja, ja, ja, ese hombre parecía cualquiera menos el papá que yo conocía.
Recordaba que cuando empezó a decaer, trataba a mi madre con una arrogancia insoportable; la mandaba como le daba la gana.
¿Cuándo había sido tan sumiso antes?
Dios... tenía que descubrir el secreto entre mi padre y Camila.
Con una mirada decidida, me acerqué a Camila y le dije:
—¿Qué pasa, Camila? Mi padre siempre ha sido amable contigo, ¿por qué de repente lo tratas así? Después de todo, él es un mayor.
Mientras hablaba con Camila, mi padre seguía jalándome del brazo, como si tuviera miedo de ofender a Camila.
Camila se burló, con una sonrisa sarcástica:
—¿Mayor? Je, no me hagas reír. ¿Y tú lo ves como a un mayor?
Mirándola fijamente, le respondí:
—No puedes decir eso, Camila. Aunque mi padre me contó ayer por qué no le caes bien...
Al instante la expresión de Camila cambió de manera brusca, y ella miró a mi padre con furia.
Mi padre se asustó y rápido le dijo:
—No, no, no... No le dije nada.
En ese momento Carl