Cuando dije eso, Carlos se puso tenso de inmediato:
—¿Aurora, qué vas a hacer?
Le respondí con sarcasmo, sonriendo:
—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que mate a la mujer que tanto quieres?
Carlos apretó los labios y no respondió.
Me burlé:
—Ja, ja, ja. No te preocupes. La vida de ella ahora vale lo mismo que la de Alan.
Carlos siguió en silencio y miró a Camila, como preguntándole.
Ella solo le decía que no en voz muy baja, asustada de quedarse sola conmigo.
Y con razón, hace tiempo la apuñalé dos veces y casi se muere.
Ahora está muy herida y rodeada por mis guardaespaldas, así que si quisiera rematarla, no tendría oportunidad de defenderse.
Camila le agarró la mano a Carlos, claramente asustada, y trató de impedir que él saliera.
La miré con desprecio:
—¿Tantos admiradores, tan buena para fingir, y al final te asustas de alguien como yo?
—No te hagas la tonta —respondió ella rápido.
—Los mandaste a todos a otra parte solo para aprovechar y vengarte de mí.
Su miedo era evidente y me dijo: