Sentí su respiración junto a mi oído, y cada vez se volvía más pesada.
No sabía qué pasaba por su cabeza.
Lo miré seria y le dije:
—No importa quién lo tenga, si el niño es tuyo, ya sea conmigo o con Camila, va a ser el bisnieto de la abuela Bernard, así que mejor deja que sea ella quien te ayude con ese problemita.
Un niño nacido del cariño de dos personas es el reflejo de ese amor, algo que se espera desde el inicio.
Pero uno nacido del odio, como el mío, sería una carga, jamás sería deseado por su padre.
Mateo se levantó un poco, me agarró del hombro y me miró con frialdad.
—¿Entonces no quieres tener un hijo conmigo?
—...No quiero, en serio.
¿Para qué tenerlo, si él me odia?
Que la abuela Bernard quiera un bisnieto es una cosa, pero si mi hijo va a ser rechazado por su propio papá, y encima tratado como un bastardo…
Prefiero no traerlo al mundo.
No voy a permitir que mi hijo sufra.
Mateo no me quitaba la vista de encima, el deseo se le borró de la cara, y en su lugar solo había fas