Capítulo 1080
Cuando terminé de decir eso, la mirada de Mateo dejó de ser de sorpresa. Sus ojos, de golpe, se encendieron; se volvieron intensos, con un dejo de extrañeza y una sonrisa pícara.

Sin saber por qué, esa mirada me puso un poco incómoda. Apoyé las manos en sus hombros para bajarme de encima. Pero él me sujetó la cintura de repente, con los ojos negros, intensos, clavados en mí.

No era que yo pensara mal; esa mirada traía deseo. Mi cara empezó a arder sin control.

Me di cuenta de que no podía mirarlo a los ojos; cada vez que lo hacía, yo era la primera en rendirme.

Bajé la mirada, apartando su mano de mi cintura, y murmuré:

—Suéltame ya. Quiero bajarme.

Sin embargo, él no me soltó ni un poco. Se enderezó de golpe y en un instante casi no quedó espacio entre nosotros. Yo estaba casi pegada a su pecho, sintiendo claramente el cambio en su cuerpo.

Me puse aún más roja. No entendía por qué cada vez que yo quería provocarlo, al final, era yo la que terminaba incómoda.

Alcé la vista y me sonrió
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