Capítulo 1076
De repente, nuestras miradas se encontraron de lleno. El corazón me dio un brinco, casi se me sale del pecho.

Él me sonrió:

—¿Qué pasa?

Su sonrisa se veía tranquila, sin esa seriedad ni esa tristeza de antes.

Dije rápido:

—Nada, nada.

Después de decir eso, cerré la puerta rápido. Me apoyé ahí y miré al techo, preguntándome en silencio si Mateo, de verdad, había soltado ese peso que traía adentro.

Pero si todo se arreglaba con dormir una noche juntos, ¿por qué no lo hicimos antes? Si lo hubiera sabido, lo habría aventado a la cama desde hace semanas en vez de sufrir tanto y casi rendirme.

¡Ay! Parece que, desde ahora, cada vez que tengamos un problema, con dormir una noche juntos alcanza para arreglarlo.

Me sentía hecha polvo. El cuerpo me dolía y tenía marcas por todos lados. Mateo es así. Una vez en la cama te deja hecha polvo.

Abrí la ducha y estuve un buen rato bajo el agua caliente hasta sentir algo de alivio.

Cuando salí, abrí la puerta del baño y vi que Mateo todavía no había sub
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