Capítulo 1056
El teléfono sonó más de diez segundos antes de que Mateo contestara.

Cuando lo hizo, no dijo nada.

No sé por qué, pero con solo verlo ya me daba rabia, y oírlo callado me ponía peor.

Conteniendo la furia, dije muy claramente:

—¿No fuiste tú el que me llamó para divorciarnos? ¿Dónde estás?

Mateo se quedó en silencio dos segundos antes de responder, con la voz muy baja:

—Ya entré.

Me molesté y miré la puerta. Efectivamente, ahí estaba.

Colgué, furiosa, y volteé la cara para no verlo.

Él caminó despacio y se sentó a mi lado.

El funcionario nos miró y preguntó:

—¿De verdad están seguros de que quieren divorciarse?

Yo no respondí, él tampoco.

El funcionario repitió la pregunta. Mateo siguió en silencio.

Pensé que quizá, como decía el funcionario, él en realidad no quería divorciarse.

Para evitar que el funcionario se desesperara, estaba a punto de decir: “Esperemos, primero lo hablamos entre nosotros”.

Pero justo cuando abrí la boca, Mateo dijo:

—Sí.

Me atraganté de la rabia y ya no quise d
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