—Se los digo con toda sinceridad: mejor no adopten más niños. Capaz arruinan a un niño bueno —se burló Valerie.
—¡Cierra la boca! —exclamó Carlos.
—¿Cuándo te volviste tan bocona? ¡En serio, qué irritante!
¡Paf!
En cuanto terminó de hablar, sonó una bofetada fuerte.
Carlos y Valerie se quedaron en silencio por un momento.
Al instante, Carlos agarró a Camila y gritó:
—¡Aurora, ¿qué haces?! ¿Por qué la golpeaste de repente?!
—Ella hizo que mi hija, tu propia sobrina, se lastimara a propósito. ¿No debía golpearla? —dije, seria, mirando a Carlos.
Carlos abrió la boca para responder, pero no le salió nada.
Camila, con cara de inocente, le jaló el brazo:
—Tu hermana me volvió a pegar. ¿No deberías decir o hacer algo? Por lo que veo, todo lo que dijiste de amarme era mentira. Sé que ustedes son familia. Esos son tus sobrinos de sangre, ¡y yo no te importo tanto!
—No, Camila, no exageres. No hay necesidad de ajustar cuentas con los niños —dijo Carlos, preocupado, abrazándola.
Camila empezó a l