Esa luz venía de la puerta principal, abajo.
Pero me acordaba bien de que la noche anterior no había ninguna luz prendida.
Eso solo podía significar dos cosas: o alguien había llegado hoy… o siempre hubo más personas en la villa y solo me estaban ignorando a propósito.
Al darme cuenta de que había alguien en la sala, ya no me importó nada más. Me acerqué de inmediato a la puerta y la golpeé con todas mis fuerzas.
—¡Abran la puerta, déjenme salir, por favor...!
Grité con toda la fuerza que me quedaba, rogando que alguien me escuchara, que me dejaran salir.
Pero no.
Por más que grité hasta quedarme sin voz, no hubo ninguna respuesta.
Me dejé caer al suelo, ya sin fuerzas.
La impotencia y el miedo se apoderaron de mí. Me quedé hecha bolita en el suelo, dejando que la oscuridad me tragara.
No sé cuánto tiempo pasó. Creo que hasta me desmayé en algún momento.
Amaneció.
Pero yo seguía en ese cuarto pequeño, tirada en el suelo… sin que nadie viniera por mí.
Como si estuviera enterrada viva y