Capítulo 440
Ya no sabía si las lágrimas que me caían eran por atragantarme con la comida o por toda la tristeza que tenía dentro.

Respiré hondo, me limpié la cara con la manga y seguí comiendo.

Comí mientras las lágrimas seguían cayendo.

Gotas gruesas, saladas, caían en el plato una tras otra.

Desde que Mateo se fue, no volvió a aparecer.

Pero, igual, alguien seguía trayéndome tres comidas al día, siempre a la misma hora.

El baño tenía agua.

Seguía encerrada en este cuarto pequeño por culpa de Mateo, sin poder hacer nada, sin contacto con el mundo exterior.

Solo comía y dormía. Sentía que iba perdiendo la sensibilidad.

Pasaba horas sentada junto a la ventana, mirando afuera. A veces me quedaba ahí toda la tarde.

El paisaje era bonito, pero vacío. No se veía a nadie.

El mar a lo lejos parecía un lago sin vida. Igual que mi ánimo.

A veces sentía que ya era como un cadáver que sigue caminando.

Sin pensar. Sin ganas de nada.

Solo cuando veía mi vientre, que ya se notaba un poco, y pensaba en mis bebés
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