Ya ni me acordaba qué le había cocinado a Javier y a Valerie al mediodía. Me quedé un buen rato pensando, hasta que caí en cuenta: creo que preparé una paella, jamón ibérico, carne con garbanzos, ensalada, brócoli hervido y una sopa de verduras.
Compré todo rapidísimo, pero tardé casi otra media hora en volver a la casa.
Cuando por fin llegué con todas las bolsas, venía tan cansada que apenas podía respirar.
Tuve que recargarme un rato antes de sacar las llaves y abrir la puerta.
Al entrar, lo primero que vi fue a Mateo saliendo del baño.
Solo traía una toalla en la cintura. Su cuerpo, mojado y echando vapor. Se le marcaban todos los músculos. Se secaba el cabello con una toalla y, al verme, solo me echó una mirada indiferente antes de irse directo al cuarto.
Me quedé pasmada.
¿Así, con esa tranquilidad, pensaba quedarse aquí a dormir esta noche?
Solté las bolsas de comida y lo seguí de inmediato:
—Tú, tú… ¿tú te vas a quedar a dormir aquí hoy?
Él giró y me miró de reojo:
—¿Y por qué n