Mundo ficciónIniciar sesiónLA ASISTENTE
Capítulo 5 EMILY La madrugada del día siguiente, me apoyé en la ventanilla de mi vehículo personal mientras le daba pequeños sorbos al café del señor Wolf y revisaba mis últimos correos. Asunto: ¿Está saliendo el Lobo con la supermodelo Samantha Hendrix? ¡Lo pone en Page Six! Asunto: He oído que ayer el Lobo estaba buscando anillos de compromiso para ella... Asunto: ¡Cuéntanos ya todos los detalles, Emily! Suspiré y sentí una punzada de celos en el pecho. Había supuesto que estaba saliendo con ella desde hacía tiempo, porque todos los lunes por la tarde los tenía reservados para «la conversación telefónica con Samantha», y nunca me permitía que interceptara ninguna de esas llamadas. Iban directas a su canal de vídeo privado, y nadie podía entrar en la oficina durante todo ese tiempo. Incluso aunque Page Six solía ser muy rigurosa en todo lo relacionado con «el soltero del año», nunca lo había visto en persona con nadie más desde que había empezado a trabajar con él, y nunca le había escuchado decir nada sobre su vida sexual. La verdad es que no entendía cómo podía encontrar tiempo para eso. Pero, claro, si alguien puede encontrar tiempo para tener sexo con quien sea, ese es él... Respondí a todos los correos de mis compañeros de trabajo con un «Lo averiguaré en cuanto pueda», pero independientemente de cuándo averiguara la verdad, nunca les diría una palabra. Había prometido tiempo atrás que nunca compartiría detalles de su vida privada con nadie. Que, ya fuera un capullo o no, guardaría sus secretos igual que esperaba que mi futura asistente personal lo hiciera conmigo. —Ya estamos aquí, señorita Johnson. —Vinnie me abrió la puerta trasera para que saliera—. ¿Debería rezar por usted antes de que entre? —Rece por ambos. —Salí del coche—. Le arrastraré conmigo si me despiden. Él rio y esperó a que entrara en el edificio antes de volver a meterse en el asiento del conductor. Subí en el ascensor hasta la última planta y coloqué mi tarjeta de acceso contra el panel de lectura de su ático. Antes de empujar la puerta para abrirla, respiré hondo. Atravesé la cocina, el recibidor y su sala de estar y me detuve cuando al fin me tropecé con su mirada azul. Estaba apoyado en los ventanales que ocupaban toda la pared y que daban a la Quinta Avenida, y estaba mucho más que sexy con una camiseta blanca y unos vaqueros azules. Tenía el cabello oscuro algo más despeinado de lo habitual, como si se acabara de levantar de la cama. —Puedes sentarte. —Me señaló el sofá con la mano. Después se sentó enfrente de mí y me quitó el café—. ¿Debo suponer que hoy no le has dado ningún sorbo, al contrario de lo que sueles hacer? —Ya te he dicho en innumerables ocasiones que no bebo de tu café. No me gusta el extra de vainilla que siempre pides. Hizo girar el vaso casi vacío en sus manos y dio unos golpecitos en el lugar de la tapa donde había dejado la marca roja de mi barra de labios. —Es el pintalabios de Vinnie —le dije. —Seguro. —Me devolvió el café y se dio unos golpecitos en la rodilla con los dedos—. Quería hablarte en privado porque tengo una propuesta que hacerte. —Sí, me gustaría dejar mi trabajo de asistente a partir de hoy —declaré, esperanzada—. Gracias por tu oferta. Sus labios se curvaron en una sonrisa, pero no llegó a reírse. —He tenido mucha suerte a lo largo de mi carrera, y creo que he alcanzado el punto en el que puedo permitirme ir solo a por lo que realmente quiero. ¿No estás de acuerdo? —Lo estoy. —Bien. —Sirvió un vaso de agua y me lo tendió—. Porque estoy dispuesto a liberarte de tu contrato laboral si accedes a ayudarme a conseguir este trato en concreto. Me incorporé en el asiento, completamente intrigada. —No obstante, debo imponer ciertas condiciones. —Te escucho. —Bueno, en primer lugar necesito que me ayudes a parecer un director general más familiar de cara al público. Necesito que la gente piense que soy un hombre de compromisos y que he estado comprometido en secreto con algo desde hace mucho tiempo. —¿Quieres que redacte algunas notas de prensa positivas sobre tu compromiso inquebrantable hacia las obras de caridad? —Es un poco más complicado que eso. Necesitaré tus servicios personales durante algunas semanas seguidas. Pestañeé varias veces y esperé a que llegara al fondo de la cuestión. A la cuestión de «Voy a liberarte del contrato». —También tendrás que firmar otro contrato nuevo e independiente de confidencialidad para asegurarnos de que ambos seamos leales a la hora de alcanzar el objetivo. ¿Lo entiendes? —No. —Le di un sorbo al agua—. La verdad es que estoy bastante confundida ahora mismo. —Emily, necesito que... —Dudó, como si le costara mucho pronunciar las palabras que seguían—. Necesito que finjas que eres mi novia. La verdad es que necesito que finjas que eres mi prometida durante los treinta próximos días. El vaso se me cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Esperé a que se riera. A que me dijera que era algún tipo de broma y que solo estaba comprobando mi sentido del humor. Pero no hubo risa. Ni ninguna otra explicación. Colocó un montón de papeles junto a mí. —Si accedes a esto, no tendrás que trabajar más para mí cuando hayamos terminado. Permanecí en silencio. —¿Vas a decir algo, Emily? Pestañeé. —Bien. —Suspiró—. Siempre me has parecido una romántica empedernida, así que supongo que tendré que complacerte, ya que soy yo quien te está pidiendo que hagas esto. —Me tendió un bolígrafo—. Emily Johnson, ¿te casarás conmigo? —No. —Me levanté y me estiré el vestido—. Diablos, no. ¿Quieres que te ponga al día aquí o en tu oficina? —Me gustaría que firmases aquí, en este folio. —Paso —le respondí—. No recuerdo haber leído «fingir ser la esposa de mi jefe» en la descripción de mi trabajo. Y te aseguro que me sé esa descripción de memoria. —Solo tendrías que fingir ser mi prometida, no mi esposa. Hay una diferencia. —Lo dudo. No merece ninguna de las dos —repliqué, deseando cambiar de tema—. En fin, ¿a qué hora quieres la propuesta de Calzon en tu escritorio? —Te estoy ofreciendo la oportunidad de marcharte. ¿No es lo que quieres? —No es suficiente como para también tener que soportarte después del trabajo durante treinta días. —Negué con la cabeza—. Pensaba que estabas conforme con ser un director general soltero. Has sido soltero del año para Page Six ocho veces seguidas. —Han sido diez, aunque no las estoy contando. —Se puso de pie—. Personalmente, creo que sería algo muy sencillo para los dos, puesto que de todas formas ya pasamos mucho tiempo juntos. Te conozco tan bien como tú me conoces a mí. —No, no me conoces. —Cogí mi bolso y comencé a caminar hacia la puerta—. No me conoces en absoluto. —Sé que odias tu trabajo. —Porque te lo digo todos los días. —Sé que eres una floja. No puedes beber más de dos copas por la noche sin que te duela la cabeza después. —Ah, guau. —Me giré para mirarlo—. Eso significa que somos prácticamente almas gemelas. —Me imaginaba que lo pondrías difícil. —Puso los ojos en blanco—. Por eso he incluido una prima financiera en el contrato. —¿De cuánto? —¿Por qué no vuelves al sofá y lo lees? —Porque no quiero. —Me crucé de brazos—. ¿De cuánto es? —Cincuenta mil. —¿Cincuenta mil? —Me mofé—. Llevas un reloj que vale tres veces más que eso. —Mi reloj nunca ha realizado entrevistas de trabajo en secreto a mis espaldas. —Eso no es suficiente para lo que me estás pidiendo que haga. —Me volví de nuevo y abrí la puerta—. Pondré la propuesta de Walter-Claxton sobre tu mesa a las dos de la tarde. —Cien mil. —No —dije—. ¿Algo más? —Quinientos mil. —También me aseguraré de que tengamos el estudio del caso Carter en la mano para ver si sus previsiones tienen fundamento—continué, ignorando su oferta—. Creo que están bien, pero no nos hará daño asegurarnos al cien por cien. —Un millón. —Me miró fijamente—. Es mi oferta final. —Yo... —Me quedé sin voz—. Que sean cinco, y lo tendré en cuenta. —Estás completamente loca. Me encogí de hombros y salí de su apartamento para entrar en el ascensor antes de que él pudiera alcanzarme. Conforme se cerraban las puertas, maldije para mis adentros por no haber aceptado el millón. M****a, debería haber aceptado la mitad... Pensé en subir de nuevo y decirle que había cambiado de opinión, que quería leer el contrato y negociar las condiciones. Antes de poder decidirme, su melodía comenzó a sonar en mi teléfono. Era un correo. Asunto: El trato Creo que sería ventajoso para ti que aceptaras mi oferta. Sinceramente, dudo de que el hombre con el que finalmente te cases sea tan rico como yo... Nicholas ¡No! Evidentemente, había tomado la decisión correcta. Continuará






