Ella acababa de hablar cuando el chofer abrió la puerta del auto.
Una ráfaga de viento entró, fresca, y Raina tembló sin saber por qué.
Iván, que estaba recostado en el asiento, sonrió con pereza mientras la miraba con una alegría que no llegaba a su mirada.
—¿Me estás recordando algo otra vez?
¿Eh?
Raina se quedó impactada por un instante, luego entendió: esa noche era la tercera desde su boda.
Él había malinterpretado a propósito sus palabras. Este hombre de verdad…
—No acostumbro traer a mi esposa a estos eventos —comentó Iván mientras bajaba primero del auto.
Al ofrecerle la mano, añadió con tono calmado:
—No te preocupes, todo va a estar bien.
Agarrados de la mano, subieron juntos en el ascensor panorámico hasta el último piso. Desde allí, ella pudo admirar la otra cara de Sedona: la noche tranquila.
Raina ya conocía la decoración del restaurante, aunque solo por fotos. Como fue asistente durante años, siempre investigaba los gustos de los clientes que Noel solía visitar.
Nunca