Capítulo 34 Hora de la verdad.
Cuando Iván regresó, llevaba en la mano una bolsa que lanzó directamente al asiento trasero. Raina no alcanzó a ver qué había adentro. Él le echó una mirada al pañuelo de seda que ella llevaba atado al cuello, encendió el motor y arrancó el auto.
—Gracias —dijo Raina.
El pañuelo combinaba perfectamente con su abrigo y, lo más importante, cubría la marca que él le había dejado en el cuello la noche anterior.
—Lo que yo hago, me toca a mí resolverlo —respondió Iván, como si no pudiera solo decir “de nada”.
Pues sí. Tal como él había dicho, si era consecuencia de sus actos, lo lógico era que él mismo buscara la manera de remediarlo.
A veces, cuando se deja de darle tantas vueltas a las cosas, todo se vuelve más sencillo.
El trayecto hacia la Clínica de Reposo fue silencioso.
Cuando llegaron, vieron que la abuela de Raina ya los esperaba en la entrada. Cuando vio aquella mirada expectante, a Raina se le aguaron los ojos. Antes no entendía por qué tantas novias lloraban el día de su boda,