En una foto de hace siete años, Iván aparecía con una cámara en mano, siguiéndolas durante toda la competencia. No hacía falta adivinar a quién estaba apuntando.
Lo que sentía por Celia quedaba ahí, atrapado en papel, más claro que cualquier rumor.
Desde ese instante, Raina empezó a verlo todo con otros ojos.
A medida que pasaba las páginas, Iván volvía a aparecer una y otra vez: en las gradas, en algún rincón con la cámara colgada al cuello, siempre en segundo plano.
Era imposible no pensar en esa frase tan trillada pero cierta: amor de juventud.
Cuando terminó de revisar el álbum y se dispuso a irse, Rita ya estaba dormida.
Raina le sirvió un vaso de agua, lo dejó en la mesita de noche y salió de la casa sin hacer el menor ruido.
Había ido en busca de pistas sobre Celia. Rita no le contó qué había pasado en realidad, pero aun así Raina se llevaba algo consigo: la certeza de que Celia guardaba secretos que nadie había dicho en voz alta.
La pregunta era cuáles.
Tal como había dicho R