Rita había llorado tanto que tenía los ojos rojos e hinchados. Miró a Raina y le acarició la mejilla con un gesto suave, casi maternal.
—Raina, eso ya pasó. No sigas escarbando ahí.
—Rita...
—No te voy a decir nada. Si no solté la lengua hace siete años, mucho menos lo voy a hacer ahora —sentenció. Y aunque se le habían pasado un poco las copas, en ese momento sonó totalmente lúcida.
Raina quiso insistir, pero al encontrarse con esa determinación tan clara en su mirada, se quedó en silencio.
Si Rita no quería hablar, por más que presionara, no iba a sacarle nada.
Rita soltó un suspiro pesado.
—Raina, de Celia ni siquiera sabemos el paradero. Lo que pasó, pasó. Deja el pasado tranquilo y concéntrate en vivir lo que tienes hoy...
—Celia volvió —la interrumpió Raina—. Está viva. Solo que... sigue en coma.
Rita la miró, completamente descolocada.
—Hay chances de que despierte —continuó Raina, hablando a toda prisa—. He ido a verla seguido y ha tenido reacciones muy fuertes. Si logramos dar