—Eso no es asunto tuyo.
Esa había sido la misma frase de Noel. Fría, cortante, casi como un automatismo.
Raina aún recordaba aquel día lluvioso, con su corazón más frío que el clima.
Durante esos siete años, hubo ratos en los que Noel sí la quiso, pero también hubo demasiadas señales de que no era así. Ella, por pura terquedad, prefirió aferrarse a lo primero.
—¿Mm? —Iván le rozó el cuello con un beso leve, casi un roce húmedo que le dio cosquillas... y un leve pinchazo.
Raina reaccionó de golpe. De pronto, el viento se sintió más frío, incluso con él abrazándola.
—¿Por qué me preguntas? —su voz sonó seca.
—Porque eres mi esposa —respondió Iván con naturalidad—. Y si compro una montaña, lo más lógico sería preguntarle a la dueña qué piensa hacer con ella.
Quizás notó el leve temblor en su cuerpo, porque la apretó un poco más, como si quisiera protegerla del viento... o del mundo entero.
Raina se sintió atrapada. Le faltó el aire, y se movió, intentando soltarse.
—Iván, te estás metiend