Iván bajó las escaleras con un aire gélido que se sentía en el ambiente.
Apenas apareció, los que estaban en la sala lo sintieron.
—¿Y ahora qué te pasa tan temprano? —soltó Carla, barriéndolo con la mirada, directa como siempre.
—¿Qué va a ser? —intervino Fiona desde un rincón, con tono burlón—. Seguro anda con ganas y sin salida.
No terminó de cerrar la boca cuando sintió un buen zape en la cabeza.
—Todavía eres una mocosa. No sabes ni de lo que hablas —le espetó Carla, sin soltarle la mirada tras el golpe.
Fiona se levantó del sofá, furiosa.
—En dos meses cumplo dieciocho.
—Aunque los cumplas, eso no te da derecho a decir tonterías —Carla no perdió ni un gramo de autoridad.
Fiona se cruzó de brazos y la sostuvo con la mirada unos segundos. Luego se dio la vuelta y, al pasar junto a Iván, le dio un empujón con el hombro.
—Te lo mereces —le soltó entre dientes.
Solo entonces, la expresión de Iván se suavizó apenas un poco. Recorrió con la mirada a los que seguían instalados en la sala