—¿Te sientes bien, cariño?
Ante la falsa preocupación de su madre, Annika no tuvo más opción que reprimir su malestar y asentir con una sonrisa forzada.
Los últimos tres días había estado sometida a ir de un lado a otro debido a los preparativos de la boda, a no comer más que agua y alguna comida ligera que no fuese a hacerla subir de peso, porque, a apretarse en diferentes tipos de fajas para tener el cuerpo deseado, a una intensa sesión de ejercicios y dietas que odiaba con todo su ser, porque, según su madre, tenía que verse perfecta en su vestido blanco, remarcando la pequeña cintura con la que había sido bendecida y la cual había trabajado desde su adolescencia.
La madre de la joven la moldeaba a su antojo, sin importarle que su hija sufriera, se viera cansada o tuviese algo tan básico como hambre o sueño. No le importaba más que el título que estaba próximo a obtener, la futura duquesa de Limburgo.
Annika se sentía agotada, no solo mentalmente. Su cuerpo empezaba a resentir l