Capítulo 22

Esa noche, a las ocho en punto, los escoltaba un camarero al reservado de Arturo, el cual era una parte privada al fondo del restaurante principal, discretamente separado de la parte delantera, lujosamente preparada, con una mesa redonda grande y una fina vajilla que la cubría. Allí, parado cerca de la mesa, hablaba Arturo con un empleado y al verlos, se acercó a ellos con una gran sonrisa en el rostro.

— ¡Bienvenidos! Gracias por acompañarme a cenar. Vengan conmigo a la mesa.

Arturo le separó la silla a Bárbara para que se sentara, y los camareros lo hicieron con Engracia y las niñas, quienes se sentían como princesas tratadas con tanta ceremonia.

— Permítanme decirles que todas están muy hermosas. — Miró a Bárbara mientras se sentaba a su lado, y le sonrió— especialmente tú, Bárbara, luces preciosa.

La joven le correspondió con una sonrisa y comenzó a presentarle a su familia. Los chicos fueron un ejemplo de corrección y la hicieron sentir muy orgullosa.

La cena fue estupenda,
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