Capítulo 7 Solo quería verte de nuevo

~Pov de Alisha~

Eran aproximadamente las seis de la tarde cuando el timbre de mi puerta sonó. Un gruñido famélico proveniente de mi estómago me recordó que la comida que había pedido debía de haber llegado. Sin dudarlo, y sin preguntar quién era, abrí la puerta.

—¿Hola, cuánto te d...

Mi pregunta se congeló en el aire, muriendo en mis labios. En lugar del repartidor, me encontré con la figura imponente de un hombre con traje, su ceño fruncido en un gesto de concentración.

«Era Damien. De nuevo»

Instintivamente, retrocedí dos pasos, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. A pesar de que mi mente ya había formulado la respuesta, mi voz temblorosa se aventuró a preguntar:

—Damien, ¿qué haces aquí?

Su mirada era intensa, y su voz profunda, aunque no amenazante, tenía un tono de impaciencia.

—Alisha, te he estado buscando por varios días. No respondes mis llamadas ni mis mensajes. Solo quería verte de nuevo.

No terminé de escuchar sus palabras. Mis ojos se abrieron con incredulidad al ver que él ya estaba dentro de mi departamento, cerrando la puerta con un clic suave que resonó como un disparo en el silencio. Lo observé caminar hacia mí, cada uno de sus pasos calculado y firme.

Di pasos grandes hacia atrás hasta que mi espalda chocó contra la barra del desayuno. Mi mano se aferró a la superficie en busca de apoyo, y en un acto de puro pánico, tomé lo primero que encontré: un cucharón. Lo apunté hacia él con una mano temblorosa, un gruñido escapando de mi garganta.

—No te acerques, Damien.

Sus ojos se abrieron como platos, y una sonrisa burlona se asomó en su rostro. El ambiente tenso se relajó un poco cuando él se echó a reír.

—Alisha, no te voy a hacer nada —afirmó, y luego se retiró el abrigo para colgarlo en el perchero. Alzó los brazos en señal de rendición y continuó, con una sonrisa de medio lado que me heló la sangre—... a menos que tú quieras.

Ahí estaba ese Damien. El que siempre jugaba con fuego, el que mezclaba la ironía con la provocación. Mi posición de defensa no se relajó. Mientras lo miraba, los recuerdos de nuestras discusiones durante el matrimonio invadieron mi mente. Él siempre había sido un hombre dominante, con una mirada sombría, y jamás había creído en mi palabra. De él solo había obtenido desaires y dolor. Sin embargo, el hombre frente a mí en ese momento no se parecía en nada al que me había casado.

—Vamos, Ali, no vine a pelear, solo a hablar contigo. Quiero saber cómo estás —exclamó, mientras su mirada recorría el desordenado apartamento—. Te imaginaba una chica más ordenada.

«¡Mierda!» La vergüenza me subió a la cara.

Mi departamento era un completo caos. Yo misma era un desastre, con la misma sudadera de hacía tres días y mi cabello enredado en una coleta. Había trastes sin lavar amontonados en el fregadero y documentos esparcidos por doquier. Me había concentrado tanto en trabajar y en ponerme al día con la universidad que los días habían pasado volando sin que me diera cuenta.

—Damien, no esperaba visitas. Además, solo tengo esta semana para ponerme al día con la universidad, así que lo que tengas que decir, dilo rápido y vete —espeté con cierto descontento, sin soltar mi "arma" de cocina.

—Ali, mi intención no es molestarte. Mejor te dejo para que organices tus cosas y mañana nos vemos —respondió él, tomando su abrigo de nuevo—. Que descanses —dijo, antes de girarse y marcharse.

Me quedé sin poder pronunciar una sola palabra, observando cómo su figura salía del lugar.

Tomé una gran bocanada de aire y llevé una mano a mi frente. La vergüenza que sentía por el estado de mi apartamento me empujó a la acción. Corrí a darme una ducha y a organizar todo.

Una vez que el apartamento estaba impecable y me sentía fresca después de un baño frío, mi mente volvió a lo que Damien había dicho. «Mañana nos vemos» ¿Qué le diría si volvía? ¿Cómo afrontaría lo que venía?

Pero esta vez, algo era diferente. Contaba con una ventaja, y pensaba aprovecharla al máximo. Miré la lista que había hecho en mi libreta sobre la mesa, un plan que me daría el control que tanto había anhelado.

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