Al ver la cara descarada de Luisa, Sofía la miró cada vez más fría:
—Pues tía, tu plan está bien mal hecho. Alejandro ahora mismo me odia, no me va a ayudar ni tantito a nosotros, a los Valdés.
Luisa se quedó sin palabras.
—¿Por qué dices eso?
Sofía no tenía tiempo para explicarle esas tonterías y se dio la vuelta para subir las escaleras.
Luisa se quedó ahí, preocupada y sin saber qué hacer.
En ese momento, sonó el teléfono de Luisa. Del otro lado, un accionista gritaba nervioso:
—¡Señora Valdés! ¡La empresa está en la lona! ¿Tiene alguna forma de conseguir dinero ya?
—Presidente Julio, no se preocupe, ya estoy buscando soluciones —respondió Luisa.
Pero antes de que terminara, entró otra llamada.
Luisa no tuvo más remedio que contestar.
Al otro lado, otro socio también estaba desesperado:
—Señora Valdés, ¿qué está pasando con la familia Valdés? ¿Cuándo van a reactivar el proyecto? ¡Quiero una respuesta clara! Si no, me voy con la competencia.
Luisa respondió con urgencia:
—Estamos hac