— Sofía, con que prepares algo sencillo está bien, yo tengo que salir —dijo la señora Rivera mirándola.
Se levantó, y antes de irse, le lanzó a Alejandro una mirada significativa.
Muy pronto, el gran salón quedó solo con Sofía y Alejandro.
— ¿Y qué esperas? ¿No vas a cocinar? —soltó Alejandro con frialdad, sin un mínimo de respeto en la mirada.
— Ya no hay nadie más en la casa, señor Rivera, ¿para qué seguir fingiendo?
Sofía lo miró y dijo, Si de verdad tiene hambre, mejor pida algo por celular.
— Tú…
Pero Sofía ya se dirigía sola a la cocina para lavarse las manos y empezar a cocinar.
Alejandro soltó una risa sarcástica.
— ¿No que pidiera comida? ¿Y ahora vas y cocinas? Si en serio quisieras irte, ¿por qué no te largaste en cuanto mi abuela cruzó la puerta?
— ¿Eres tú el tonto, o piensas que yo lo soy? Respondió Sofía con calma.
— Está clarísimo que su abuela lo que quiere es dejarnos solos para que mejoremos la relación. ¿Tú crees que me dejaría salir tan fácilmente? Seguro dejó l