— La señorita Sofía está dispuesta a venir con nosotros, eso es lo importante.
— La señorita Sofía, por aquí, por favor. Dijo amablemente el secretario Javier.
Sofía sabía que Luisa estaba preocupada.
Después de todo, mañana era la última fecha límite de la empresa; si Alejandro aún no invertía, la familia Valdés quedaría completamente arruinada.
Seguramente Alejandro pensaba lo mismo.
— Está bien, voy —respondió Sofía.
Javier abrió paso para que Sofía subiera al auto.
Cuando Luisa vio que Sofía ya estaba en el auto, su expresión aduladora cambió por una sonrisa fría y despectiva.
— ¿Qué se hace la importante? Al final, igual va a subirse al auto del señor Alejandro.
Veinte minutos después, en la casa de los Rivera.
Javier acompañó a Sofía a la entrada principal de la mansión.
En cuanto Sofía entró, una sensación familiar la envolvió.
En su vida pasada, había trabajado sin descanso en esa casa, sin vergüenza, mudándose allí para cuidar de Alejandro y de la señora Rivera, atendiendo cad