Cuando Sofía regresó a la casa esa tarde, encontró a Luisa muy emocionada por la reciente rueda de prensa que había aclarado los rumores.
En cuanto la vio entrar, Luisa se apresuró a recibirla con entusiasmo:
—¡Sofía, por fin llegas! ¿Cómo no me avisaste antes de una noticia tan buena? ¡Y yo aquí, preocupada por nada!
Sofía, al ver a Luisa sonriendo de oreja a oreja, arqueó una ceja y dijo con frialdad:
—¿No eras tú la que quería venderme a la familia Gómez?
—¡Ya no! ¡Eso ya quedó en el pasado! —Luisa agitó las manos apresuradamente—. ¿Cómo se puede comparar esa familia de tercera con el señor Rivera?
Sofía se dejó caer en el sofá, y Luisa, sin perder tiempo, se le acercó:
—Dime, Sofía… Ahora que tanto el señor Rivera como el señor Ruiz están interesados en ti, ¿a cuál vas a elegir?
Sofía la miró con una expresión indiferente, recostándose contra el respaldo del sofá:
—¿Y tú, Luisa ? ¿A cuál quieres que elija?
—Bueno… —Luisa bajó la voz con un tono adulador—, aunque la familia Ruiz tie