Sofía miró a Elías con incredulidad.
¿Este cabrón lo había hecho a propósito?
Claramente le estaba echando tierra a sus propios esfuerzos.
Ya de por sí Mariana le tenía tirria; ahora que Elías había soltado ese comentario, su descontento era palpable.
Ella fue la invitada, ¿y aún así él no tuvo la delicadeza de incluirla al pedir?
¿Qué se suponía que significaba eso?
—¡Mesero! ¡Tres filetes, tres copas de vino! ¡Y que sea rápido!
Sofía alzó la voz de pronto, rompiendo la tensión como un cuchillo afilado.
Por suerte, su mente iba más rápido que la incomodidad.
Si no se adelantaba, en unos minutos servirían dos platos... y eso sí que iba a ser un desastre.
—Señor Casanova —intervino Mariana, de pronto con tono sereno—. Si desea esa propiedad de mi familia, puede disponer de ella cuando guste.
Mientras hablaba, sacó del bolso un documento y lo colocó sobre la mesa.
Era el contrato de cesión de terrenos.
Sofía ya sabía que la familia García había dejado una buena herencia a Mariana.
Lo que