Al poco rato, se escucharon unos golpes en la puerta del salón.
Entraron dos agentes de policía. Uno de ellos mostró su placa al profesor, luego habló con voz firme:
—Somos la policía. ¿Quiénes son Silivia y Mónica?
Al escuchar que las llamaban por nombre, Silivia y Mónica se pusieron de pie sin entender nada.
—Y-yo... somos nosotras.
El policía apenas las identificó, giró hacia sus compañeros y ordenó:
—Llévenselas.
—¿¡Qué!? ¡¿Con qué derecho nos van a detener!?
Silivia se quedó blanca como el papel. Uno de los policías se acercó a ella, mirándola con severidad:
—Silivia Morales, Mónica Torres, están acusadas de difundir rumores maliciosos en el campus y de atentar contra el honor de la señorita Valdés. Procederemos conforme a la ley. Las invitamos a acompañarnos.
Las dos se quedaron pálidas como si les hubieran vaciado la sangre.
¿¡Sofía llamó a la policía!?
Pero si por la mañana Alejandro había tomado partido por ellas… ¿Está Sofía loca?
Silivia tartamudeó:
—¡Debe ser un malentendid