C A P Í T U L O XIII: "Sentimientos Prohibidos"

— Bueno peque, hoy nos toca a las de Dios. Debo confesarte algo…

Maximiliano me miró con su carita adormilada totalmente confundida.

— ¿De qué se trata Cris?

Mi corazón se infla de felicidad al escucharlo llamarme con el diminutivo de mi nombre con tanto cariño.

— Mis habilidades culinarias no son las mejores peque.

Él se echó a reír estruendosamente.

— No creo que sea peor que la de mi padre.

Suspire y como le había mencionado antes, a las de Dios. Ingresé en el inmenso salón abierto, habían unas separaciones que solo contaban con vidrios por todos lados.

Lo más hermoso era la cocina, su embaldosado era negro en su totalidad y en cambio los gabinetes eran de un color arena muy bonito. La isla estaba también muy al compás con la decoración y sus altos banquitos también.

Me sentí en paz así que comencé a familiarizarme y ver dónde estaban las cosas que iba a utilizar.

El ascensor sonó y de este salió un hombre inmenso con unas cuantas bolsas en sus manos.

— Señorita, aquí mi
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