El aroma del café recién hecho llenaba la cocina mientras Krista picaba con esmero y dedicación frutas para el cereal de Maximiliano. El niño, con el cabello despeinado y una sonrisa somnolienta, se sentó frente a ella en la pequeña mesa del comedor.
—Gracias, Kris —dijo, removiendo su cereal con entusiasmo.—. Ayer te esperé un largo rato, pero la nana Nicola me dijo que debía dormir temprano para amanecer fresco como lechuga el día de hoy.
Krista le sonrió. Era el niño más dulce, sin duda, no parecía haber sido criado por Alessandro Fiore, que sin duda desde siempre se había comportado como un ogro en automático.
— Pero sí es con todo el gusto mi peque, Nicola tenía razón. Sí no dormías temprano ayer, hoy ibas a parecer un mapache.
Maximiliano se echó a reír mientras su mente le hacía visualizar a un pequeño zombie somnoliento, haciendo que su sonrisa se viera opacada por puro horror.
Krista no pudo evitar reír también y en un acto reflejo, solo revolvió el cabello rizado de Maxi