—¡No mames, sí lo estás haciendo en serio! —Luna miró incrédula a Sofía.

¿Tanto se odiaba a sí misma como para venir a la universidad vestida así?

—Sofi, te juro que si no fueras la prometida de Alejandro, los de seguridad ni te hubieran dejado pasar la entrada.

—¿De verdad? Yo me siento bastante bien así —respondió Sofía, echándose un vistazo en el espejo con aparente calma.

Luna no pudo evitar soltar:

—Con ese look pareces... como esas chicas rebeldes de las series, justo antes de que las manden a un centro de rehabilitación de menores.

—Pues no te metas. Es lo único que se me ocurrió para que Alejandro me odie.

—¿Y funcionó?

—Más o menos...

Recordando la reacción de Alejandro esa mañana, Sofía no podía evitar sentir que... algo faltaba. Como si no fuera realmente odio lo que había visto en sus ojos.

Y eso que ya había intentado de todo. Él siempre había sido indiferente. Ni la quería, ni la detestaba. Una tibieza insoportable.

Sofía suspiró, dudosa:

—¿Por qué no puede simplemente od