Cuando Alejandro vio a Sofía con ese atuendo punk tan provocador, se quedó paralizado.

Una chaqueta corta, un top mínimo que dejaba el ombligo al aire, unos shorts negros de mezclilla tan ajustados que parecía que habían sido pintados sobre su piel. Y como si eso no fuera suficiente, llevaba puestas unas medias negras que le subían por esas piernas largas y provocativas.

Cada paso que daba era una provocación. Su figura, con curvas marcadas al frente y atrás, era de esas que uno no podía simplemente ignorar.

—¿Tú... por qué te vestiste así? —preguntó Alejandro, desconcertado.

Todavía recordaba cómo solía vestirse Sofía antes: vestidos elegantes y discretos, siempre tapada, con ese aire de dama bien criada, siempre tan recatada.

Pero la Sofía de hoy…

—Nada en especial. La verdad es que me gusta vestirme así. Es fresco, me siento libre —dijo ella con un tono deliberadamente atrevido mientras se acercaba a él.

El top apenas cubría sus pechos, que se insinuaban debajo de la tela fina como