44: Sí, señor

—Oh, mierda —jadeó Leonardo removiendo la mano de su boca y dejando el pulgar sobre sus labios de cereza—. Mírate, tan linda deshecha entre mis brazos.

Alessa sonrió perezosa, chupando y mordisqueando el pulgar áspero de Leonardo.

—Vale la pena esperar por tenerte así a ti —agregó él, disfrutando de la sensación de su lengua.

—Eres libre de no esperar.

—Alessa, ¿no lo sentiste? No lo de la pastillita —aclaró Leonardo y ella sonrió mordiéndole el dedo—. La que me vuelve loco y me pone así de caliente eres tú. Te deseo a ti.

Alessa tarareó, con los párpados pesados por la satisfacción.

—Yo también te deseo, Leo.

No pudieron seguir allí por mucho rato. Se arreglaron lo mejor que pudieron, él la ayudó y viceversa mientras susurraron sobre los últimos días. Cuando estuvieron listos se dirigieron a la salida.

—Silencio, niña —siseó Leonardo con una ceja alzada. Alessa estaba riendo escondida en su espalda.

—Lo siento —bisbiseó—. Alguien te arrancará la cabeza.

—Me las arreglaré. —Se encogió
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