Punto de Vista de Elena
Vivía una doble vida: fingía estar feliz cuando Tomás estaba cerca, pero cuando me quedaba sola, no podía parar de pensar en lo que había leído en mis archivos médicos.
Sin él a mi lado, esos pensamientos me volvían loca.
Tenía que buscar otro doctor, alguien que no fuera de la Manada del Desierto Ámbar, alguien que me dijera toda la verdad. Ya era obvio que todos me habían estado mintiendo.
Parte de mí no quería creerlo, pero otra parte empezaba a entender todo: por qué nunca me habían dejado sola desde que desperté del coma, por qué mi loba era tan débil que no podía transformarme, por qué me dolía tanto el estómago.
Cuando Tomás se fuera por unos días llevándose a Zacarías, sería mi gran oportunidad. Con Mercedes fuera y Fátima viniendo a hacerme compañía, ella no tendría más remedio que ayudarme.
—¿Adónde me dijiste que ibas? —le pregunté mientras lo acompañaba a la puerta.
—A ver unas manadas... ya sabes, hay que mantener buenas relaciones con los otros alf