Punto de Vista de Carla
—¿Una sorpresa?
—Ya verás... —se rio ante mi ligera desconfianza, mientras yo lo miraba con ojos entornados y juguetones.
Caminamos de regreso a los terrenos principales de la Manada Nocturna Reformada, tardando más tiempo del que me hubiera tomado ir sola, pues la pierna de papá lo entorpecía, aunque solo en cuerpo, ya que su mente permanecía fuerte como siempre.
Había logrado tanto en estos últimos cuatro años que la hermosa Casa del Alfa de piedra blanca se alzaba como testimonio de su determinación.
Seguíamos construyendo día a día: Casas de la Manada y ahora un pequeño centro médico, mientras recaudábamos fondos para expandirnos dentro de las fronteras. Como las tierras permanecían en disputa, sufríamos ataques constantes de manadas vecinas que reclamaban estos territorios como suyos.
Muchas manadas habían firmado tratados desde mi llegada, comprometiéndose a enviar guerreros en caso de ataques en sus territorios, aunque otras aún sospechaban que tramábamos