Punto de Vista de Héctor
—¡Héctor... mejor llévame de vuelta ya!
—Elena... —intenté que me escuchara, que me diera una oportunidad, pero había levantado una muralla entre nosotros. Giró su cuerpo hacia la puerta y cruzó una pierna sobre la otra, como si hasta sus extremidades quisieran huir de mí.
—Bueno, si eso quieres... —siseé entre dientes. Podría haberle contado la clase de monstruo que era él, pero jamás me habría creído.
Estaba tan manipulada por él, tan dominada desde tan pequeña, que ahora entendía lo que había dicho Carla: nunca tuvimos posibilidades reales.
El regreso a la Manada del Desierto Ámbar se hizo en silencio absoluto, pues se negaba a hablarme, como si ya lo hubiera marcado y nunca fuera a verlo sino a través de ese filtro de ilusiones que la cegaba.
Al acercarnos a la entrada, Tomás Sanz ya esperaba con sus guerreros, y me pregunté cuánto tiempo más me habría dado antes de lanzar la cacería, aunque quizás no la conociera tan bien como creía: de ningún modo se hab