—No te estaba preguntando, te decía qué hacer. —le rugió de vuelta.
—Tengo una pista sobre la manada Luna Blanca. Nos acogerán, especialmente cuando les cuente lo que sé. —se frotó las manos, codiciaba su búsqueda de esa misteriosa manada de la que nunca había oído hablar, y eso que yo había oído mi parte de nombres de manadas, había escuchado suficientes historias de parte de los Alfas, pero ni una sola vez se había mencionado a esa esquiva manada Luna Blanca.
Me movieron; dos renegados machos me llevaron montaña abajo a regañadientes, ya que mis piernas se negaban a moverse por mí.
Era su propia culpa, tal vez debieron haberme dejado ponerme de pie durante las últimas semanas. Además, así ahorraba energía por si necesitaba pelear. Ella me quería viva por alguna razón, y en ese momento no sabía por qué.
Si nuestros roles hubiesen estado invertidos, ella ya estaría muerta.
Al caer la oscuridad, acampamos en una granja abandonada; el granero roto me ofreció un lugar para pasar la noche.