La estaba lastimando, sus movimientos eran como los de un animal indefenso, herido, acorralado.
Callie se acercó a ella, no podía apartar los ojos, ni siquiera cuando la tía Rosa se dirigió a mí para saludarme, luego María abrió la puerta principal y anunció su llegada como la maldita lapa que era.
Una lapa que quizás podría salvarme esta noche.
Pero su llegada fue lo que hizo que los ojos de Clío finalmente se fijaran en los míos. Al instante, todo el ruido se apagó, todas las figuras a mi alrededor se evaporaron cuando nuestras miradas se encontraron.
Era como si fuéramos los únicos dos en la habitación, esa atracción gravitacional hacia ella me llamaba. Mi lobo no quería nada más que atraerla hacia mis brazos y marcarla.
Ojalá pudiera decirle, ojalá ella supiera lo increíble que fue nuestra noche juntos, cómo me mató dejarla a la mañana siguiente, me costó salir porque ella dormía en mis brazos.
Mi lobo rugía como un monstruo en mi cabeza.
—Mía... MÍA... —no podía moverme, me tomó t