Punto de Vista de Tomás
La situación era un completo desastre. Sentí en mi interior el momento exacto en que murió aquel miembro de mi manada que acababa de entregar.
¿Qué más podía hacer? Héctor me tenía atrapado y él lo sabía muy bien.
Como alfa, sentía cada nacimiento y cada muerte. Una carga pesada a veces, pero parte del equilibrio natural.
Me dijeron que cada alfa lo sentía de forma distinta. Para mí fue como ver apagarse una vela, donde la suave luz de vida se volvía un pequeño hueco frío. Pero este vacío no duraba mucho, pues un nuevo nacimiento en la manada pronto lo llenaba, continuando así el ciclo vital de los cambiantes.
Podría haberlo matado yo mismo por arruinar todo. Mi plan se retrasó ahora que el muy idiota estaba muerto por haber actuado por su cuenta.
No dudé que ella era su pareja destinada, pero si no lo entregaba, mi nombre quedaría manchado como el alfa que tolera ataques a chicas menores de edad.
Héctor contaría todo a los demás alfas y sobre todo a las lunas,