Namar La Hija Esclava del Alfa
Namar La Hija Esclava del Alfa
Por: Lita Ren
Capítulo 1

- ¡Mátenla ahora! – Dijo el Alfa

- Pero, Alfa, es su hija

- ¡Ese demonio jamás será mi hija! No quiero ver su rostro… ¡Llévensela y mátenla ya! Tírenla al río.

Su nombre era Namar.

En aquel tiempo las cosas no eran como lo son ahora.

Ella nació en un fastuoso palacio rodeada de lujos, cuando los Alfas tenían el control sobre esclavos, concubinas y cortesanas; servidos y venerados como reyes.

Se diría que su destino era ser la hija predilecta del Alfa, al haber sido gestada en el vientre de la concubina favorita de su padre;

sin embargo, el Alfa Drago engendró a una cachorra fuerte como él, y su madre era muy frágil y pequeña, lo que no le permitió sobrevivir al cansado nacimiento de Namar.

Su padre la culpó eternamente y la maldijo por haber sido la causante de la muerte de su amada concubina y ordenó que terminaran con su vida.

La partera, con la cachorra en brazos, no fue capaz de acatar tan terrible orden, por lo que buscó entre los rincones de palacio, a una esclava y le entregó a Tabita, para que la criara como si fuese su hija.

- Tabita… tienes que criarla, nuestro Alfa la ha destinado a muerte. No podré salir de palacio con la pequeña con vida. El único lugar que nuestro Alfa no frecuenta es aquí – dijo la partera

- Pero ¿Te das cuenta que a mi lado su destino puede ser solo el de una escava?

- ¿Acaso crees que es un destino peor que la muerte?

- En ocasiones lo es… - dijo entristecida la esclava Tábita que, sin darse cuenta, a cada segundo con ella en sus brazos se iba enamorando más y más de la pequeña cachorra de cabello rojizo.

- Si no la aceptas me veré obligada a acatar la orden de nuestro Alfa

- Eres hermosa – dijo la esclava mirando a los ojos de la pequeña y desdichada criatura que se acunaba en sus brazos – tu nombre será Namar. Haré lo que está a mi alcance para protegerla.

La partera corrió hasta los aposentos de Alfa Drago, que para ese momento ya había encontrado a una nueva concubina que supliera sus necesidades.

Al hablarle a los guardias, estos no le permitieron el paso, ya que el Alfa se encontraba en su alcoba acompañado, desahogando su pena y frustración, entre las piernas de otra loba.

Desde fuera de la habitación podían escucharse los gemidos ensordecedores del Alfa, y el llanto se dolor de la concubina.

Alfa Drago, era un lobo de bastante edad, que tenía preferencia por las lobas jóvenes y su fama era la de no ser un amante delicado con sus frágiles amantes; más bien, era conocido por preferir el trato brutal e infligir dolor a sus concubinas en el momento del encuentro sexual, incluso se hablaba que su lobo era tan fuerte, que su cópula culminaba en un largo y doloroso abotonamiento.

Desde luego, todas estas cosas, no podían ser comprobadas, sino, por las mismas concubinas que visitaban su alcoba.

- Díganle a Alfa Drago, que su orden ya ha sido cumplida.

Tabita, era una loba de piel oscura y bellos ojos avellana, su familia procedía una pequeña manada que en el pasado hubo sido destruida y esclavizada llamada manada Luna de Fuego, los lobos oriundos de aquel lugar eran llamados namaritas, traducido a su lengua como “lobos de fuego”, es por esto que la esclava quiso llamar de este modo a la pequeña Namar, debido a su hermosa cabellera de fuego.

La cachorra creció oculta en las mazmorras; de vez en cuando salía y ayudaba a su madre Tabita en las labores que se le encomendaban, siempre oculta de los ojos del Alfa.

Creció con grandes dotes para la lucha, ayudada en su entrenamiento por los guardias de palacio.

Tabita de vez en cuando desaparecía por algunas noches, sin que Namar comprendiera el por qué; lo que la cachorra no sabía, era que su padre, el Alfa, gustaba, de vez en cuando, descargar sus apetitos sexuales en la esclava, y guardaba las más oscuras ideas para realizarlas sobre aquella loba, que al culminar, debía ser llevada con la curandera para recomponer sus heridas.

Siendo una joven loba, ya cumplidos los diecinueve años, Namar siguió en secreto a Tabita, cuando fue llamada por el Alfa.

Pudo ver como la loba era bañada muy prolijamente y rasuradas su piel, sus muñecas en la espalda y tobillos juntos, eran apresados por grilletes y era trasladada completamente desnuda hasta la oficina del Alfa.

Esperó escondida fuera de la habitación por largo rato, podía escuchar los gritos de dolor de Tabita y algunas risas provenientes del interior.

Alfa Drago había convocado a una reunión en su oficina con un par de Alfas viejos de las manadas aledañas y requirió de entretenimiento para sus invitados.

Llevada allí, Tabita, fue recostada sobre la mesa del escritorio y cometidos todo tipo de actos en ella.

La esclava, debido a los años viviendo en aquella casa, ya estaba acostumbrada al dolor que recibía al estar en compañía del Alfa, sabía que era inútil resistirse a sus órdenes y, después de todo, las heridas sanarían tarde o temprano.

Aun así, en ocasiones era imposible soportar el dolor sin que los quejidos salieran de su boca o sus lágrimas brotaran. Ella jamás pudo tener hijos, debido a los horribles actos que el Alfa cometía con ella, sus órganos reproductores habían quedado en un muy mal estado siendo aun joven.

Namar escuchó los gritos de Tabita y aguardó con temor a que ella saliera de la oficina.

Transcurrido el tiempo, el Alfa junto a sus invitados salieron y uno de los guardias entró para sacar de la oficina a Tabita, la levantó y la llevó sobre su hombro.

Al ver que el Alfa desaparecía junto a sus invitados entre los pacillos del gran palacio, Namar salió de su escondite y acudió a ver a Tabita. Vio como la esclava se encontraba desmayada y sus vagina sangraba, así como sus piernas, que estaban llenas de moretones.

Namar se congeló al ver la impactante imagen.

Esto era capaz de hacer su padre, el lobo que jamás la aceptó e intentó asesinarla, era un ser despiadado en todas sus facetas.

Tabita llegó junto a la curandera del palacio.

Namar no podía quedarse allí, la abrazó mientras aún estaba inconsciente y salió para volver a las mazmorras muy entristecida, su mente se encontraba divagando, a tal punto, que no vio venir al lobo que más temía su corazón.

- Hey tu… esclava. Ven aquí – Oyó la voz y su corazón se detuvo. No pudo desobedecer a la voz del Alfa.

- Alfa – caminó hacia él y agachó la mirada, para que no viera su rostro.

- Jamás te vi en mi palacio… ¿Has llegado en el último desembarque? – preguntó el Alfa

- Sí, Alfa – mintió.

- Vaya… levanta tu rostro, loba – le ordenó

Namar levantó su rostro con temor.

El viejo Alfa la miró de pies a cabeza con detención y deseo.

La joven loba sentía que su corazón dejaría de latir producto del inmenso temor que, en ese momento, sentía.

- Mmm… ¿Cuál es tu nombre, esclava?

- … Namar – no supo mentir en ese momento y dijo simplemente su nombre.

- De acuerdo… puedes irte, Namar

Ella bajó nuevamente la cabeza, hizo una pequeña reverencia y corrió para esfumarse.

Estando ya lo bastante lejos, volteó a ver y divisó como el Alfa le hablaba a uno de sus guardias y volteaba a indicar en la dirección donde estaba ella.

El miedo recorrió su espalda, corrió hacia las mazmorras y se quedó allí aguardando con gran temor.

Algunos minutos después uno de los guardias descendió y habló al encargado de los esclavos

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