La fiesta se desarrollaba en un ambiente de elegancia. El salón estaba lleno de luces brillantes, música suave y mesas rebosantes de manjares que parecían haber costado millones. Todos aplaudían al empresario anfitrión, orgulloso del banquete que había ofrecido. Sin embargo, en medio de las risas y brindis, Natasha permanecía en silencio, distante, con la mirada perdida. No disfrutaba del lujo ni de la compañía. Lo único que deseaba era que aquella farsa terminara, poder recostarse en la cama y convencerse de que todo había sido una pesadilla.
Por su parte, Aleksi observaba con atención a cada persona del lugar. Las voces, los pensamientos ajenos, el bullicio de tantas mentes intentando ser descifradas le provocaban un fuerte dolor de cabeza. Sabía controlar su poder, pero había momentos en los que la tentación lo dominaba y sentía curiosidad por lo que escondían los demás. Aun así, la única voz mental que realmente anhelaba escuchar era la de Natasha, su dama. Lo intrigaba profundame