Capítulo 37. Parte 4
Antonella:
Decido bajar por las escaleras para no hacer ruido con el ascensor, y en el primer peldaño las rodillas se me doblan, recordándome que mi dolor es fruto del placer. A duras penas llego a la planta baja, saludo al conserje y, a lo lejos, diviso a Diego esperándome. Desde la distancia veo la luz en su rostro al mirarme y me siento orgullosa de provocar tal reacción en un hombre, mientras con Bruno solo había oscuridad. Diego sale a mi encuentro, tomándome entre sus brazos y haciéndome reír, como si estuviéramos en una película romántica.
—Qué lindo recibimiento —susurro mientras beso sus labios.
—El que se merece mi diosa —responde, provocando que mis mejillas se sonrojen—. ¿Vamos?
—Sí.
Acomodo el cinturón de seguridad mientras Diego rodea el auto. Al sentarme, me doy cuenta de que me ha tomado entre sus brazos y besado, lo que me hace mirar hacia los asientos traseros.
—¿Y Marcus? —pregunto al no verlo en su lugar habitual.
—Llegará más tarde con Roberta.
—Ah, es raro no ver