Capítulo 32. Parte 1
Antonella:
Tres adultos sentados en la mesa de una cafetería del hospital. Dos de ellos se retan con la mirada, y el tercero, que soy yo, juega nerviosa con la taza mientras observa cómo se enfría el café. Carraspeo la garganta, deseando que alguno rompa el silencio. El pequeño ruido cumple su función: es mi hermano quien habla primero.
—Me ha contado Antonella que estás casado —dice Enzo, mientras yo reprimo el impulso de empezar a morderme las uñas.
Abro la boca ligeramente, esperando explicar la situación para que parezca más normal de lo que es. Pero recuerdo que Diego es un hombre inteligente y honorable, que el amor que siente por mí es real, y que está dispuesto a luchar por él, pasando a llevar a quien sea necesario, incluso a Enzo.
—Es verdad —responde Diego—. Supongo que te ha contado que también tengo un hijo de seis años. Entiendo que puedas estar preocupado por la situación; no es normal que...
—Es más normal de lo que crees —interrumpe Enzo—. Un hombre ve a una mujer jov